"DESPERTARES", de Elia Fuentes "Seixo".

No es la primera vez que me sucede con una fotografía (igual que otras veces con un cuadro o una música), que me inspira hasta el punto de dedicarle un espacio, aunque sea pequeño. Pero ésta, la expuesta, sé que tengo que hacerla parte de esta mi otra casa, aunque no pueda comentar sobre ella nada o casi nada, porque me siento encogida y empequeñecida ante tal belleza.
No puedo decir qué parte de la fotografía es más importante, lo que le da el carácter de especial para mí. Es posible que sean las líneas que, como capas paralelas, pareciera que diseñadas por manos mágicas, se superponen unas a otras sin molestarse, o quizá esa gama de colores bastante limitada: grises, negros, azules, incluso verdosos y dorados, todos más soñados que vistos, o la soledad y aislamiento que reflejan, la memoria intuida, incluso un miedo latente..., no sé. Solamente sé que refleja maravillosamente una parte de los tonos, la humedad, la luz, los montes, la niebla, la calma, el esplendor de esta tierra nuestra, casi siempre adornada o castigada con nubes y humedades.
Sin embargo la placidez que desprende es tal (a pesar de lo único que descubre la mano de los hombres, esos molinos de viento para producción de energía eólica que, más que verse se presienten), que imagino lo que la fotógrafa habrá podido sentir, cuando descubrió el momento, alzó la cámara y enfocó la imagen, como si fuera el único habitante de una tierra meiga.
Porque no se necesita mucha imaginación para ver elfos, enanos, brujas, hadas o simpáticos gnomos y, hasta es posible que en una pequeña cueva, todavía no iluminada por la luz naciente, more un ogro esperando al valiente que libere la aldea escondida.
Sólo naturaleza, con su luz, su pena y su magnífica gloria.