miércoles, 4 de junio de 2008

EL NEGOCIO DE LA MUERTE Y YO

Siempre he creído que, una vez se produce un óbito, el ser que ocupaba ese cuerpo ya no está y como consecuencia no es. Por eso siempre le he dicho a mi familia cercana que lo que tienen que hacer cuando yo sea la protagonista de la historia, es regalarme, bueno, donar mi cuerpo, lo que fui yo, a la facultad de medicina que lo acepte para que, por lo menos, se pueda utilizar para algo constructivo, que en este caso sería aprender. Finalmente, por supuesto, harán lo que crean conveniente y mejor se avenga a sus sentimientos y necesidades, eso está claro, pero yo pienso que así al menos los estudiantes me podrían "sacar provecho".
Porque claro, están las donaciones, pero, a medida que vas cumpliendo años, te vas haciendo más y más inútil para según que donaciones. Y en el caso de que algo sirviera, por supuesto, eso lo primero pero ¿y el resto de los restos?
Pues nada, a la ciencia, para que otros estudien, practiquen y aprendan.¿Suena duro?, no me importa. Es la realidad y es lo que creo.
Sé muy bien, porque los psicólogos y otros terapeutas así lo atestiguan, que la mayoría de las personas necesitamos de la referencia que supone saber que tus seres queridos "están" en tal o cual lugar, en la forma que fuere. Por eso no quiero, ni debo, ni es mi deseo, pontificar.
También es cierto que el proceso del duelo y el luto necesitan de sus espacios y de sus ritos porque ayudan y de alguna forma palían el dolor.
Por lo tanto, no pretendo, ni deseo, dar lecciones a nadie y mucho menos meterme con las creencias y necesidades de los demás que siempre aunque no comparta, voy a entender. Está muy claro para mí y procuro no apartarme nunca del respeto que debo a todos y a todo, sean cuales fueran los colores, necesidades y creencias, así como también quiero aclarar, que hablo exclusivamente de mí.
Viene esto a colación porque hace muchos años ya que me entristece el aprovechamiento que se hace precisamente de los sentimientos, dolor y duelo de la gente con motivo de la pérdida de un ser querido.
Se paga por todo. Es como si, en el fondo, para tranquilizar nuestra conciencia no se sabe muy bien de qué oscuros sentimientos, solamente sintiéramos alivio de esa manera que, a mi modo de ver nada tiene que ver realmente con el proceso del duelo y luto.
Se paga por el velatorio en la mejor sala a la que se pueda acceder del tanatorio (incluso con un pequeño o gran refrigerio: café, refrescos, agua...); hay que comprar flores, cuantas más mejor porque parece que se midiera el amor por el número de pétalos y verdes o por lo que las cintas de las coronas digan; se paga por los actos religiosos, la conducción de cadáver, enterramiento, otro acto religioso más tarde, para dar oportunidad a...
Me parece que esta sociedad, poco a poco, está convirtiendo algo que antaño era, más o menos, duelo y luto real para casi todos, en un acto totalmente social, excepto para unos pocos y, en ese sentido me duele sinceramente el mercantilismo alrededor del cual comienza a girar todo.
Me parece muy triste que tengas que seguir gastando dinero y generando negocio después de muerto. Seguir consumiendo. Es cierto, están los seguros, pero los has estado pagando durante toda la vida y has estado pagando, precisamente, para el no-futuro.
Por otro lado pienso que, si realmente todo ésto ayuda a sobrellevar el dolor, ¿qué sucede con los que poco o nada tienen?, ¿es que ellos no tienen necesidad de ningún tipo de referencia?, ¿su duelo y luto no lo son?.
Seguramente todo tiene un poco que ver con tener o no las necesidades cubiertas. Y me parece triste.
Tenía que hablar sobre ello, decir que no me gusta nada el negocio que gira alrededor de este asunto. Pagas por enterrarte y pagas también, si en algún momento, por los motivos que fueren, alguien quiere trasladar tus restos a otro lugar.
Siempre el dinero, siempre un negocio detrás.

3 comentarios:

Pilar dijo...

Quizás no es sólo eso, Fonsilleda. Yo culparía también al tiempo.
El tiempo que no supimos dar para decir cuanto amamos a quién partió, el tiempo que dedicamos a condenarlo, el tiempo que le negamos, entonces, pretendemos suplir nuestras propias carencias, nuestros remordimientos, regalándoles una despedida que disfrace la pobreza de la generosidad y enseñe al resto, lo magnánimo que somos.
Finalmente, todo ese lujo sólo viene a pretender engrandecernos más a los ojos del mundo.
La muerte se debe reír a gritos.

Abrazos y felicitaciones, es un texto-espejo que vale la pena leer
Pilar

Cachito dijo...

Y no sólo eso. Es mejor no tener referencias.
Hace poco, inmersa en la situación que tú ya sabes, decía a mi marido y unos amigos que se aprovechara mi cuerpo para lo que sirviera, si aún servía para algo, después se incinerara. Y las cenizas: ¡a la basura!. Ni prados verdes, ni mares tranquilos o alborotados, ni sepulcros. Yo ya no seré y lo que queda de mi cuerpo es simplemente ceniza. No quiero que vayan a llorarme a ningún sitio. Que recuerden, si les apetece, mis mejores momentos; que intenten olvidar los peores. Y que sean felices.

Cachito dijo...

Cuando puedas echa un vistazo a la entrada de hoy de mi blog. Está en relación con esto, más o menos.