jueves, 24 de enero de 2008

AQUELLA CARICIA

Aquella caricia ha quedado fija en mi memoria. Aquella tonta y cándida caricia quedó para siempre enganchada en ese lugar que en mi cerebro guardo y atesoro mis recuerdos más preciados.
Él nunca ha sido ni muy charlatán ni, sobre todo, muy expresivo. Siempre le ha costado trabajo hacer llegar a los demás sus sentimientos, sus sensibilidades, sus querencias. Por eso aquella tarde tan lejana ya en el tiempo, en Bayona, cuando todavía nos arriesgábamos a una visita aunque estuviéramos en pleno verano, sin sufrir incómodas aglomeraciones y todo tipo de dificultades para llegar y aparcar, después de un precioso paseo, cuando nos habíamos sentado en aquel bar que frecuentábamos, aquel que estaba allá arriba, casi al final de aquella cuesta, aquel que era uno de los pocos que todavía quedaban fuera de los típicos y tópicos de las rutas turísticas, aquel en el que aún nos podíamos permitir el lujo de tomar un marisquito, aquel que todavía comprobamos no hace mucho que existía, yo estaba pensativa y un poco preocupada.
No soy excesivamente habladora yo tampoco, pero creía que su silencio, su manera de estar conmigo, sin artificios, en silencio, tranquilo, sin las típicas tonterías de una pareja, tenía por fuerza que traducirse en una falta de amor, en una falta de interés.
Recuerdo que mi tristeza aumentaba por momentos. Podía hablar yo, pero no era capaz, estaba comenzando a angustiarme y él seguía con mi mano en las suyas, eso sí, pero mirando algún deporte en una televisión.
Y, de pronto, con esa manera tan suya de hacer las cosas, con naturalidad, con esa sencillez que no requiere ningún tipo de apoyo, ningún adorno, me miró a los ojos con sus ojos miopes, me miró profundamente, sonrió satisfecho de encontrarme allí, a su lado, callada, compartiendo aquel momento, levantó una mano y me la pasó suave, despacio, por toda la nariz, muy suavemente, acentuó su sonrisa y giró de nuevo la cabeza hacia la pantalla.
Suficiente. Más que suficiente. Fue intenso, especial, precioso y de una maravillosa ternura .
Algo hizo explosión en mi interior y mi corazón se aceleró como si de la caricia más erótica se hubiera tratado.
Aquella caricia que no fue sino un simple ademán, un torpe y tierno gesto lleno de todo, con toda la expresividad de un profundo conocimiento, entendimiento y amor, me enamoró para siempre.

No hay comentarios: