lunes, 30 de julio de 2007

Vestidas iguales

Nos vestían iguales. A Mary Carmen y a mí hubo una época en la que nos vestían iguales, quiero decir con el mismo modelo de vestido, ¡menudo desatino!

Ella era espigada, con un maravilloso y largo pelo negro que peinaba con dos preciosas trenzas, que no he vuelto a ver ni remotamente parecidas. No la recuerdo despeinada, ni un cabello fuera de su sitio, siempre limpia, aseada siempre y con un gesto de determinación permanente en su cara. Era ágil, muy ágil, dispuesta, hábil, traviesa, enérgica, testaruda y todo lo hacía bien.

Yo era pequeña, regordeta y quizás, según mis recuerdos, dulzona en exceso, es decir, tal como me veo ahora, tontorrona, falta de carácter.

Ella era arrolladora, las niñas la seguían, los niños la perseguían y yo, siempre de última, también la perseguía.

No puedo precisar ningún momento de mi infancia que no esté marcada por Mary Carmen: ningún momento en que su presencia no me haya sido necesaria; ningún juego en el que ella no fuera protagonista y siempre que con el pensamiento me traslado a aquel tiempo, de una u otra manera, brota silenciosa de mis labios una frase, una petición, una súplica: "Mary..., espérame".

Mis ojos, que no considero equivocados, la veían completa. En casa era capaz de realizar prácticamente cualquier tarea y todas las hacía bien. Siempre era necesaria y, aunque no soy consciente, supongo que yo me aprovechaba de su buen hacer, refugiándome en una total y comodona ineptitud.

Pero íbamos casi siempre vestidas iguales; a mis ojos ella espléndida, guapísima, yo vulgar, tontorrona.

Su fuerte y definida personalidad quizá le hacían pasar en casa por desobediente y díscola, sin embargo era ella la que siempre ayudaba, ella era la que, siendo todavía una niña, tenía el impulso de arreglar, limpiar, poner bonito... Era ella, y yo que lo sabía y que posiblemente me escudaba en mi torpeza, la dejaba hacer sin comprometerme con los trabajos nunca.

E íbamos iguales. Yo muerta de envidia y desbordando una admiración que no sabía que lo era.

Ahora pienso lo latosa que he tenido que haber sido y lo mucho que habrá tenido que soportar siempre conmigo "a rastras".. Ahora, con el transcurso de los años, también sé que, a veces, se ha sentido abandonada. Y un poco sola. Ahora, con el paso de los años, también sé que, por mucho que se esforzaran, nunca la ropa que llevábamos podría igualarme o acercarme a ella. Ahora, con los años, me gustaría que supiese que fue mi modelo, una permanente referencia a la que nunca he conseguido emular. Ahora, después de tantos años, querría que se diese cuenta de que, posiblemente si tengo alguna virtud, si algo bueno he conseguido, su presencia y su permanente ejemplo, aún sin proponérselo, han tenido algo que ver.

Imágenes: Google.- "Nuestras Miniaturas-Imprimibles".- imprimibles.blogspot.com

1 comentario:

Cachito dijo...

Sería bueno que le dejaras leer esto. Sé que le gustará leerlo y saberlo.
He visto fotos de vosotras dos vestidas iguales. Y, tu apreciación sobre ti misma, al menos es lo que se puede ver en una foto, es errónea. Otra cosa es cómo lo sintieras tú.