El otro, el castellano, hablado desde siempre, incluso seguro que mal hablado, es o sería el del aprendizaje, el del saber, si supiera algo, el de la cultura, el pensamiento, el desarrollo, el de los amigos adquiridos y elegidos con tiempo, despacio y silenciosamente, cultivándolos y viéndolos crecer y desarrollarse, el del amor, el del matrimonio y los hijos, las preocupaciones, el trabajo, el desarrollo personal, el del amor de nuevo, el de las expectativas, el que me ha dado las alas que tengo y me ha enseñado a amar al otro, el que me ha ampliado horizontes.
No puedo ni quiero prescindir de ninguno, los dos me resultan absolutamente necesarios y en ambos me expreso con palabras del otro. En mi cabeza los siento complementarios, inseparables, iguales en importancia. Todo ello, a pesar de que uno, por circunstancias que me resultan ajenas, haya sido apenas utilizado y ambos son en mi ser, como esa planta que no he encontrado, de momento, en ningún otro lado, en ninguna otra geografía: "o toxo", el tojo, que cuando están verdes, son terriblemente difíciles de arrancar
Con el tiempo y la vida he ido adaptando mi cerebro y oídos a otros sonidos a otras lenguas, incluso adoptando expresiones totalmente nuevas y lejanas a los anteriores, pero mis comunicaciones, mis conversaciones, se lleguen a realizar como fuere, llevarán siempre la carga y el acento del gallego y castellano.
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