jueves, 3 de septiembre de 2009

AQUELLA PLAYA

No sé si sabré, ni siquiera sé si podré describir las sensaciones que me embargaron cuando llegamos.
Aquel profundo valle rematado, según penetras en él, te colocas frente a la inmensidad del Mar Atlántico y a su izquierda, por una estribación rocosa que termina en el propio mar, como discutiendo con él quién tiene más derecho al espacio. Más parecen rocas que un dios cualquiera, amante de la belleza, eso sí, hubiera dejado caer de forma artísticamente desordenada. Ese desconcierto de rocas, nos separaría, entre otras cosas, de las esculturas y el mundo de Man. Hacia atrás, ves que la tierra va muriendo y descansando en carreteras, aldeas y grupos pequeños de casas aquí y alla, campos de labor, maizales, que no desmerecen ni ensombrecen, para nada, el conjunto, entre otras cosas porque pareciera que lo respetaran y se alejaran discretamente. Hacia la derecha, es el nacimiento y muerte de las dunas que engrandecen la propia playa, detrás la laguna, la marisma y un paisaje de más casas y aldeas aisladas que terminán en otra formación que la separa de otra playa y luego otra nueva, distinta y tan hermosa.
Y yo, que me he convertido en una urbanita por costumbre, que no por gusto o deseo, hacía mucho tiempo que no pisaba arenas tales, ni veía y oía la fueza del mar rompiendo en mis desnudos pies, con el temor de dar un paso más, no fuera a engullirme la mar en su poderío. Era enorme el estruendo de las olas rompiendo en un arenal, grande, amplio, apenas pisado, en aquel momento, más que por jóvenes gaviotas.
Comencé a andar por aquella arena que me recordó la de la playa hermosa de nuestras Islas. No tanto por su textura que nada tenía que ver, sí en cambio porque, intentando avanzar, lo hacías en la medida que te lo permitía la arena, que no era mucho.
Cansaba caminar por la playa, pero tenía que hacerlo para contemplarla entera. Habíamos entrado por uno de los laterales y las dunas y alguna vegetación, impedían contemparla entera.
El rugido de las olas me acompañaba, al tiempo que ese bisbiseo que producen al morir y que allí era permanente y contínuo ya que mientras un murmullo suave terminaba junto a mí, otro comenzaba a nacer unos metros más atrás o más adelante.
En un momento cerré mis ojos pretendiendo asír todo aquel bamido y distinguir uno de otro, numerando o contando sus diferentes músicas. Tarea inútil, no fui capaz. En algún momento el Norte que soplaba fuerte batía con tal fuerza la arena que, aun estando tendida lejos, como luego hice, te llegaba agua como esparcida por un atomizador.
La playa es grande, aunque no inmensa. Pero sí lo suficiente para que sea difícil abarcarla toda. Sobre todo por mor de las dunas y los altos y bajos de su perfil.
Y el olor. Aquel aroma encerraba toda la sal, el yodo, las algas abundantes, el agua y a todos los habitantes marinos, incluidas sirenas y un Neptuno, tridente en ristre, muy enfadado.
Me encantó descubrir que comienza a haber gentes (me refiero principalmente a los políticos) que se preocupan por preservar la naturaleza en el estado más puro posible. El único adelanto que se permitió la playa, aparte de las pasarelas de madera y paseos de tierra (no he visto cemento ni asfalto) , ha sido un par de duchas, no más. Prácticas y bien instaladas.
La playa honda, cuenta también, tras las dunas con una laguna o lagunilla, rodeada por las marismas. Es un lugar preciado para las aves con ganas de cría, descanso y alimento. Que las dejen, que no las molesten.
La flora, la típica en esos lugares y preservada por las pasarelas de madera, creo que suficientemente amplias y altas, para agredir lo menos posible y para que los incultos pies no horaden ni estropeen la más mínima hierbecilla..
En los carteles explicativos, que hay en número suficiente, se detalla con precisión qué fauna y flora pueblan el espacio. Una riqueza de ecosistema para que no lo mancillemos.
Hay, incluso, un pequeño observatorio para pájaros, lo que me pareció estupendo para no estorbarles en sus idas, venidas, descansos y alimentos. Desde allí, debidamente protegidos, los aficionados pueden apostarse y esperar su llegada para fotografiarlos o simplemente pasmarse con sus trinos y colores.
Y el mar seguía rugiendo y batiendo la arena con su llegada y mi corazón intentaba seguir el ritmo que le marcaban el estruendo y enormidad, pero no conseguía sino seguir latiendo quizá un poco atemorizado, mientras mis ojos y la embebida mirada, bailaban
No recordaba una experiencia de contacto con la naturaleza tan física. ¡Qué grandeza y hermosura!

Imágenes:
1.- Flickr, Galería de "Vaites", Praia de Traba. - http://www.flickr.com/photos/vaites/3653196649/
2.- Panageos, Cernado. Autor: Elixio . Ver en Panoramio. Temporal na praia de Traba. www.panageos.es/fotos/cernado
3.- El Correlimos "Lagoa de Traba". http://www.panoramio.com/photo/7195442

Nota.
Para hacer constar que las imágenes, muy hermosas, no representan la playa que vi: con una buena nortada y la marea subiendo.

17 comentarios:

Paco Alonso dijo...

excelente la narración que nos acercas..todo un placer leerte

cálido abrazo

matrioska_verde dijo...

hermosas sensaciones... hermoso lugar... hermosa playa.

biquiños,

maruxiña dijo...

gracias por hacerme pasar un rato en la playa, lo describes tan bien que es como vivirlo.

Biquiños de interior!!!

Carmen Graña Barreiro dijo...

¡Qué deleite para los sentidos! Casi puedo sentir la arena bajo mis pies, el murmullo del mar besando mis oídos y el viento batiendo en mi cara.
Gracias Fonsilleda por permitirme "caminar" a tu lado por esa hermosa playa.
Un biquiño

Rosa Cáceres dijo...

Qué grandeza...apabulla tanta hermosura. Quien pudiera pasear por esa playa inmensa.

A.C. dijo...

que fermoso o fas sentir!
Grazas

La sonrisa de Hiperion dijo...

Viene a echar un ratito de lectura entretenia, y a desearte un estupendo fin de semana.

Saludos y un beso

Chousa da Alcandra dijo...

A un neno do interior coma min sempre nos asombra e nos impón moito unha praia grande (eso de que o tamaño non importa é unha carallada).
Sentirte pequerrechiño nun areal, mentras os altofalantes naturais amplifican o son das olas...da gustiño. Seguramente é polo contacto con esa natureza tan física como brava!

Un bico domado

Anabel Cornago dijo...

ohhhhhhhhhhhh, gracias por trasladarme a esa playa tan hermosa. Mitras leía era como si estuviera allí.
Besotes, cielo.

Marisa dijo...

Como nos llena de satisfacción
estor hermosos parajes de sal,
arena y yodo.
La sensación indescriptible del
chapoteo de los pies en el agua.
Siempre que viajo al interior
echo de menos este característico olor de mis rías gallegas.

BESOS.

Manel Aljama dijo...

No he necesitado efectos especiales pues con tu descripción me he trasladado hasta allí. Y el biriji que se cuela ya por las rendijas ha sido el mejor efecto especial para leerlo en buenas condiciones. He percibido la arean, el viento y la sal. Cuando la visite, iré de madrugada para ver salir el sol, para notar ese momento preciso en que las aves, como si les hubieran dado cuerda, se activan.

A veces, cerca de las ciudades, también hay parajes que cuesta creer que estén a tan sólo unos pocos quilómetros de una urbe. Gracias por la acotación, pero yo soy de los que una playa sin nortada no es playa ni es nada...

Amizade / Amistad dijo...

Ola

Que maravilha, obrigado por partilhares connosco!
Se puderes passar no nosso FArol...tens lá um desafio para ti!

Abraços da Tétis, Poseidón e Argos

Susi DelaTorre dijo...

Los paraísos existen, y algunos los tenemos cerquita!

Luego, lejos, nos entra la
" morriña"...


Saludos desde otra playa gallega!

auroraines dijo...

Nos trasladaste con tu relato Fonsilleda, fué como estar viviendo lo que describes.
Un abrazo

Froiliuba dijo...

Siempre tan plástico, tan visual , me encanta la facilidad que tienes para meternos en tu retina.
Preciosa playa eh, ya me llevarás... cuando no llueva.

Unknown dijo...

Creo que ya nos ha llevado Froi, sólo con leerla me sentí allí...mi crazón latiendo a cada palabra...
LLueva o no llueva espero que lo oigas...

Con muchas cosas, paseando deprisa y quedándome un rato solamente pero volveré...

Bicos

Anónimo dijo...

La costa da Morte, tan espléndida y llena de virtudes cuando no de lamentos. Tus detalles y palabras me traen recuerdos de otras arenas y otras huellas y otro tiempo. Y con ellos aflora un sonrisa en medio de este otoño prometedor.

Leerte quizá sea lo más parecido a estar en esa playa.

Un bico.