sábado, 1 de agosto de 2009

REFLEJOS EN MÍ

Tras una noche de intenso insomnio y sueños retorcidos, es posible que propiciados por este tiempo que no es el que correspondería a la estación que paseamos, por esta densa capa de nubes que descargan agua que frena incendios, pero que tapan azules intensos de soles dorados, una y otra vez me veo ante la imagen de aquella puerta siempre abierta, invitando a entrar a todo el que pasaba y lo deseara.
Como las raras veces en que aparecía arrimada, he vuelto a empujar su pesada hoja, para entrar en la casa. Aquella gran casa que acogía, alimentaba, daba calor y protección; la casa de mis padres, que sigue siendo mía.
Paseo el gran portal, miro el locutorio, la ventanilla de la centralita y, antes de abrir la gran puerta del patio al frente, para salir a mis recuerdos de hoy, miro el amplio pasillo a la izquierda con ventanas que iluminan y que está situado bajo la preciosa galería del piso superior. Justo en aquel momento pasa papá, tal como lo vi aquel lejano día de aciago y mortal accidente, desatando los cordones de un zapato que lleva en las manos, con la mirada turbia por las lágrimas, lejos de todo lo que no fuera su dolor y toda la tristeza del mundo reflejada en su figura. Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas y siento aquel desamparo en el que nos vimos inmersos. Papá en aquel momento no podía hacer nada por nosotros, también nos habíamos quedado un poco huérfanos.
Abro la puerta del patio para sentir la luz del sol que atraviesa la preciosa parra de la que cuelgan uvas, todavía sin madurar, pero que nunca llegarán a estar en sazón porque ya sólo viven en el espacio de mi imaginación. Está precioso aquel gran patio, con esa luz dorada y verde que alternativamente se refleja en ventanas, suelo y las personas que osamos invadir.
Es por tanto ahora, un día de verano, como el que en este presente, no es.
Al primer paso de mis pies no tan infantiles, suena el delicioso crac de las conchas de berberechos con que está sembrado el patio y luego un nuevo crac, siempre con cada paso, a cada avance. Un buen día el patrón decidió que ése tenía que ser el suelo de nuestro patio. Y nada mejor que las conchas de aquellos berberechos que todos amábamos en aquella casa.
Me asomo a una de las ventanas de la cocina y dentro las tres mujeres que de modo preferente la habitaban, charlan y trajinan preparando una pitanza que nos va a ser necesaria y siempre deliciosa a todos. Alguna ha debido contar algún chascarrillo o cotilleo divertido, porque escucho sus risas y miro sus alegres caras divertidas y entregadas, incluso una leve y chistosa reconvención. ¡Menos mal!, yo también sonrío al verlas tan llenas de actividad y vida. Esa vida que con sus atenciones, la voz, sus manos acariciadoras y dulces, siempre trasmitían.
Vuelven a reír, mientras una echa leña al fuego, otra friega un cacharro en el precioso vertedero de mármol y la tercera sentada a la mesa, mecha un gran trozo de carne que, una vez cocinada, nos va a regalar el paladar.
Tras unos cuantos crac crac, mientras recorro unos pocos metros dejándome invadir por esa luz que se cuela, esas sombras que adornan mi cara y mis brazos desnudos y tras el alto muro, en la casa de al lado, oigo más voces y risas amigas, entro en la sombría y fresca “lareira”, sobre la que descansan ristras de rojos chorizos que llenan espacios de esencias y color. Ya no hay humos ni olores, sin embargo, me invaden. Abro una artesa y veo reposando en sal, aquellas carnes y tocinos que deben asegurar alimento hasta el próximo invierno.
El aroma a salazón me transporta a otro que desprendían aquellos preciosos y enormes barreños, en los que está preparada la carne picada, con el debido adobo. La que luego llenaría las tripas, con las que se formarían los perfectos rosarios de chorizos. Todos del mismo tamaño, e iguales entre si, diferenciando precisamente por el sistema de la medida y grosor, los de distintos rellenos. Todos se írían colgando poco a poco sobre la lareira, en aquellas barras de madera, oscurecidas por calores y humos y allí, al amor del frío seco y el ligero humo, descansarían hasta su delicioso curado.
Y veo también con la nostálgica memoria, como una de aquellas mujeres que dejé riendo y charlando en la cocina, introduce el lomo o raxo en la zorza, para luego comerlo en deliciosa empanada, asado o simplemente a la plancha.
Me veo ahora atravesando las ventanas del comedor pequeño hacia aquella puerta, enorme y acribillada por disparos de escopeta de balines, porque en ella practicaban mis hermanos y amigos punterías que alguna vez pondrían en práctica cazando, pero las más de las veces disparando en competiciones de “tiro al plato” y otras incruentas actividades. En una o dos ocasiones, se me permitió tomar el arma y hacer un disparo, sin alcanzar a comprender todavía que “las armas siempre las carga el diablo” y dándome perfecta cuenta del poderoso influjo que pueden llegar a ejercer.
Tras esa puerta que traspaso ahora, hay un nuevo mundo, alejado del de la casa, pero dependiente. Es el mundo de cuadras de animales, de huertas y aromas nuevos. Subo la escalera de madera que lleva a la parte superior del cubierto, donde sábanas y manteles blanquísimos y a cuadros, prestan aromas a luces y al aire. Dentro del un pequeño recinto, se conservan patatas que huelen a tierra.
Oigo un cerdo que guarrea o gruñe pero lo dejo en pos de la otra cuadra en la que una cerda amamanta una camada de 12 cerditos, dulces, rosados y suaves. Es una estampa que guarda mi alma, en la serenidad de los recuerdos preciados y de belleza sin par.
Justo al lado, el gallinero ahora vacío porque sus habitantes están por la era, yendo y viniendo en unos paseos sin fin. Picoteando comidas reales o imaginarias mientras pienso en aquellos pollitos redondos y suaves de un amarillo dorado que, de vez en cuando, tenía el placer de ver y acariciar.
Y sigo hasta la cancilla que separa la huerta e impide que animales comunes invadan sus frutos. Y allí veo, con el sacho en la mano, a Amadeo de Jesús, trabajando en plantaciones guiadas e imaginadas por productos y madre emprendedora y arriesgada.
Y hay guisantes, tomates, pimientos, patatas, lechugas y grelos. Y en algunos momentos coles de bruselas e incluso alcachofas. Con todo se atreven estas gentes osadas. Y aquella tierra bendita, siempre regala sus frutos con el mejor de los sabores.
Y allí, al sol, pensando en el “Tiro liro liro” que un día me cantara y bailara El Portugués en aquella cocina amada por él y por mí, me dejo invadir por el aroma a tierra mojada, por la imagen de aquel gran cerezo de la finca de al lado y por el placer de ver, en la serrería cercana, aquellas enormes pilas de madera perfectamente cortada, apilada y colocada en geométricos dibujos, que encienden imaginaciones infantiles, supliendo castillos que ven en cuentos que atónitas miran y leen. Absorbo también su lejano aroma, recordando infantiles juegos de niñas que no saben de peligros presentes o futuros y de veranos vacíos.
Y de nuevo compruebo que todo lo bueno y lo malo que hoy soy, es producto y resultado de lo que aquellos ricos días hicieron de mi. Es el reflejo de todas aquellas luces, casi todas intensas y alegres pero también de insomnios nostálgicos.
Es el otro espejo que se refleja en mí, aunque sea yo su única espectadora.

Imágenes: Elia Fuentes, Seixo, Xalundes.

l.- "Son do ar" 26.03.09

2.- Reflexo "como nun espello, non tan perfecto pero mais fermoso" 3l.l0.09

16 comentarios:

Marisa dijo...

Que tendremos los gallegos,
que llevamos impresos en
nuestros corazones el
olor y sabor de nuestra
tierra.
Aunque no queden más que dulces sueños,retornamos "a nosa
casiña".
Esa morriña nos acompañará siempre
por donde quiera que nos hallemos.

Un montón de biquiños.

Psicodélica dijo...

Estoy de acuerdo con Marisa.
Pero, ¿qué haríamos sin ella?

Saludos:)

Unknown dijo...

"Es el otro espejo que se refleja en mí, aunque sea yo su única espectadora"
Ahora ya no, lo que escribiste nos convierte a todos en espectadores de esas luces intensas y alegres y como no también de tus insomnios nostálgicos... Envidio esa tu memoria y tu manera de desgranarla ante mis asombrados ojos.. ya ves a punto de salir y recorriendo tus recuerdos que son como una fuente inagotable de calma y de belleza...

Con los preparativos de todo me dí cuenta ayer de que debo un correo, espero que me sepa disculpar, lo haré como se merece en cuanto me sea posible :-)

ya pronto...allí

moltos bicos

Susi DelaTorre dijo...

Son los días pasados los que nos tejen en el presente, haciéndonos ser como somos y sentir lo que sentimos...

Me ha gustado mucho visitarte, y
como ves, te dejo mi comentario,
para darme a conocer. Estamos en la misma ciudad, cerquita, seguro.

No he podido resistirme a lo de
" dejo mi cafetera preparada "
que pienso es un sortilegio irresistible!

Saludos y gracias...!

La sonrisa de Hiperion dijo...

"Es el otro espejo que se refleja en mí, aunque sea yo su única espectadora."


Los espejos son armas de doble filo, sólo reflejan nuestra piel...

Saludos y un beso.

pd: eres muy demasiado condescendimiente hacia mí en tus comentarios. Muchas gracias. Engordas demasiado mi ego.

maruxiña dijo...

Hola!!! Acabo de llegar y me está gustando mucho el blog, voy a seguir cotilleando un poco.

Biquiños

Melba Reyes A. dijo...


La puerta de la casa abierta y las puertas del alma abiertas para la evocación...¡Bonitas palabras!

Salud♥s

auroraines dijo...

Los reflejos de la infancia, que nos acompañan y son parte de nosotros.
Un bico

Anabel Cornago dijo...

Un bello canto a la nostalgia nos has preparado esta vez. ¿Sabes?, conforme lo iba leyendo iba pensando en una novela, no sé, pero me dio la impresión de una historia que debería continuar.

Besotes veraniegos.

Cuspedepita dijo...

Quien pudiera, por unos días, volver al tiempo y el espacio mágicos de la infancia, dar marcha atrás al reloj y volver a vivir aquellos tiempos !

Yo también recuerdo con nostalgia aquellos veranos " de verdad".

Apertas

Manel Aljama dijo...

Has dado al texto un montón de imágenes con las palabras precisas. Me ha encantado: "descargan agua que frena incendios, pero que tapan azules intensos de soles dorados"
A la vez un texto evocador y emotivo que consigue superar la barrera del tiempo pues nos lo traes al presente y lo vivimos cuando lo leemos. Lo he hecho dos veces, para disfrutarlo. Quiero decir que se te da esa facilidad, lo he visto en distintos textos tuyos, de pasar de tiempo y de persona dentro del mismo párrafo y una gran facilidad.
Un placer leerte, aún de vacaciones...

Tétis dijo...

Fonsilleda

Mais um belo texto com recordações da infância.
São vivências, sensações, sabores, cheiros, sons e imagens que estão bem vivos na tua memória e também no teu coração, pois doutra forma não escreverias desta maneira tão real, tão sentida, tão vivida.

"Reflejos en mí", isso mesmo, são reflexos intensos que estão gravados no teu ser e que a "morriña", direi, a "saudade" fazem reviver com tanta nitidez, tanta força, tanto amor.

Bravo, amiga. Mais uma vez te aplaudo de pé. És fantástica!...

Bicos

Pame Recetas dijo...

QUé nostalgia tan bella. Qué lindo blog, te anoto! saludos desde el Sur

Meiguiña dijo...

En mi rincón he dejado algo lleno de colores para ti.

Biquiños meigos

Argos dijo...

Fonsilleda,

quando escreves assim, estás a dar um pouco de ti aos outros e a faze-los mais felizes.

Abraço e da minha parte muito obrigado

Chousa da Alcandra dijo...

"Volver a ser" aquel bichiño (ou bichiña) cargada de enerxía, sen malicias...e quen non quixera!