lunes, 20 de julio de 2009

COMO UN HECHIZO

Hasta que se convenció de que su perra le iba obedecer como cualquier otro can (no se parecía a ninguno, era de una raza muy independiente), no la llevaba con ella por aquellos parajes que todavía no conocía bien, ni siquiera atada. Así que sus primeros paseos por el monte o bosque que rodeaba su pequeña casa, los hizo en solitario. Y, una experiencia como la de aquel lejano día, no la ha vuelto a vivir.
Iba por aquel precioso camino que había descubierto y que en su otro idioma denominaría corredoira o congostra, porque tal era.
Aquel viejo camino que elegía casi siempre hasta adentrarse en el bosque, seguro que estaba horadado por muchos pasos anteriores, de hombres y animales afanados en sus quehaceres diarios o a la busca de mejores vidas. Hoy para ella era casi un hermoso paseo, como si hubiera sido trazado con ese fin y totalmente a propósito.
Eran unos deliciosos paseos lentos, calmados y silenciosos, durante los cuales se limitaba a dejarse penetrar por los alrededores, salvar las matas de tojos o zarzas y absorber colores, aromas, formas, espacios y tamaños. Mirar todo entre sol y sombra.
Tan pronto extendía una mano para tocar aquella hoja que le salía al paso, increpándola con justicia, como se agachaba para recoger aquella pequeña piedra de cuarzo, casi sin impurezas y que le gusta especialmente porque no se veían en grandes cantidades por la zona, tomaba aquella ramita de roble que aún conservaba de manera totalmente inverosímil, una hoja seca del pasado otoño o aquella otra que usaría como cayado.
La zona en la que se habían establecido, era de cantos rodados. Esas hermosas piedras que durante algún tiempo estuvo acopiando para su jardín. Hermosos y enormes cantos rodados que habían adquirido unas formas rotundas y atractivas y que le hacían suponer que aquello fue un valle largo tiempo recorrido por las aguas, que ahora se limitaban a la preciosa franja que hacía frontera con el país vecino, pero que ya distaba más de un kilómetro. O a las aguas subterráneas que le prestaban riego y humedad gratuitos.
¡Qué cosas!
Tal era el silencio del ambiente, que exclusivamente estaba ocupado o roto por las aves que andaban a sus menesteres diarios de descansar durante aquellas calurosas horas, emparejarse, poner huevos, llamarse, anidar y embellecer los espacios aéreos que transitaban. Tan sólo, si quebraba alguna rama al pisarla, le llegaba aquel ligero tris que le sonaba a música sinfónica cuando lo unía a todos los otros susurros que se escuchaban y al de una voz lejana llamando al hijo o el agradable ladrido de un perro que guardara la casa de su dueño.
Ni siquiera conseguía distinguir el sonido de sus pasos. No hacía falta, la guiaban las sombras y luces de todo lo que la rodeaba.
Llevaba la mente llena de aquel aire tan limpio, todos los aromas de la madre tierra, húmeda tras la posible tormenta de la tarde anterior, los persistentes olores de las cortezas de los distintos árboles, de las matas y hierbas frescas, incluso de alguna materia en descomposición y una obertura inacabada de todos aquellos silencios rotos.
Por ejemplo, un día descubrió una zona de madrigueras que nunca antes había visto, arracimadas, juntas, como si el animal huido que las hubiera habitado, se hermanara con otros de su raza para protegerse. Y pensó con tristeza que los estaba invadiendo y que deseaba que hubieran encontrado una zona tan buena.
De pronto, algo se movía, descubriendo con pausada respiración, que un conejo estaba en su paseo diario. Intentaba acercarse pero el más ligero movimiento de una hierba cercana, lo ponía sobre aviso y corría a salvarse. O aquel ruido en una alta rama le hacía levantar la mirada, para descubrir que las ardillas regresaban a sus montes.
Pero aquel día, de pronto un pájaro de un especial tamaño, estaba parado en medio del camino cuando salió de una curva. Y, sucedió todo tan rápido que no fue capaz de identificarlo ¿qué hacía allí?. Ella se paró mirando como en un hechizo y algo de pronto, desde las alturas, atravesando aquella zona de ramas entrecruzadas y verdes casi insólitos, como si todo el aire fuera suyo, otro pájaro hizo un picado, lanzando su grito de advertencia hacia ella. Fue mágico porque seguro que el ave posada en caminos de hombres, era un principiante en sus primeros vuelos en solitario y que, ignorante de los posibles peligros que podían acechar, todavía precisaba de su progenitor que vigilaba desde lo alto para guardarlo y amonestarme.
Y se comparó con los animales aceptando que, después de todo, no había tanta diferencia.
Cuando quiso compartir el momento, nadie entendió lo que ella creía, que su lugar no era aquel, que no debía haber usurpado espacios heredados a habitantes antiguos en momentos especiales.

Imagen: Ojo Digital. Ronxoane.

14 comentarios:

Meiguiña dijo...

Me ha gustado tu relato Fonsilleda.

Cuantas veces yo misma me he sentido fuera de lugar o que nadie me entendía.

Biquiños amiga

Unknown dijo...

Hoy tocó paseo por el bosque. Muy ameno con todo lo que uno se puede encontrar ahí. Me parece entrever que falta algo, no? Quizás nos tengas preparada una continuación más adelante, bueno ya la leeremos, si la hay.

Un acio de bicos para ti.

Melba Reyes A. dijo...


Linda historia. El ambiente bucólico me serena, me tranquiliza...

Salud♥s

auroraines dijo...

Cuanto me gustan los paseos como el de tu relato y la naturaleza, con todo lo que tan bien fuiste detallando.

En mi blog tengo un premio para vos
-ya me avisaste que no los colocás pero es un regalo, un mimo-.
Bicos

jogonzaglez dijo...

Sortilegios de Trasdeza

Hermoso pasaje viario do Eume con toda la riqueza perceptiva de una alma sensible de donicela de los bosques que, siempre despierta, abre sus ventanas sensoriales tanto para que entren en su interior tantos alrededores como para tomar aquellos juguetes que la naturaleza nos brinda para imaginar divertimentos.
¡¡Qué pintoresco fardel cuelga tal ser en su hombro!!
Hasta lleva en tal bolsa silencios, músicas, trinos, aire limpio, oberturas inacabadas…
Compartir, de tal manera, tantos momentos de un paseo es tan enquicedor que no puede perturbarlo un pájaro atolondrado que no entiende que tanto camino andado supera con creces una ocasión de distracción. Sería muy egoísta que algún corvo quisiera para si tanto bosque.
Hoy, especialmente hoy, me ha sublimado el hechizo de este texto. ¡¡Magnífico!!

Froiliuba dijo...

Ups!!! desdpues de ese peazo de comentario de Pepe (si, decidí llamarle Pepe, es mas castizo ejeje) ya casi ni me atrevo a comentar yo.

Siempre nos dejas la retina llena de lugares y detalles y hoy de olores y silencios. La sensacion de estsas desubicada... qué te voy a contar yo en estos momentos.

bicos

Anabel Cornago dijo...

Cuántas veces he percibido esa sensación en mis paseos por los bosques de Hamburgo. Sí, pensar que estaba perturbando la quietud del lugar.

Como siempre, me ha gustado mucho.
Te dejo montones de besotes, amiga.

matrioska_verde dijo...

un camino familiar (fragas del eume)... un camino gallego muy típico, con ese verde peculiar...

y una historia de un "bosque animado", por los ruidos, por los animales, por la vegetación...

biquiños,

Manel Aljama dijo...

Un preciosos paseo por el bosque con una plasticidad tal que hasta me ha llegado el olor a tirra húmeda y ese silencio salteado de trinos y caídas de ramas que siempre es mágico y siempre es inquietante.

Luego, el paseo que es de una persona, pero que en algún momento se ve una exploradora o una niña o la perra, porque podría intercambiarse con facilidad sin que por ello la historia pierda el sentido.

Hay tanto que se puede destacar que sería injusto pero me quedo con
-increpándola con justicia (aquella hoja)
-aquel ligero tris que le sonaba a música sinfónica

Tétis dijo...

Amiga Fonsilleda

Mais um texto maravilhoso em que nos levas a passear pelo bosque e a desfrutar de toda essa beleza envolvente.

A tua forma de escrever levou-me a sentir o odor da terra húmida, a ver todo esse verde deslumbrante, a ouvir o som de todos os animais, a sentir o toque suave dos pequenos ramos que se quebravam por baixo dos nossos pés.

Enfim...este teu texto foi para mim "como un hechizo".

Obrigada por tanta beleza.

Bikiños

Unknown dijo...

A veces nos sentimos no entendidos otras somos nosotros mismos los que nos colocamos fuera de lugar.. la naturaleza de tu tierra y tú en este relato, un binomio apacible , desgranando en él tu sensibilidad y belleza. Paseas por el relato con cuidado respetando cada una de las criaturas y de las maravillas del bosque. Eres una sensible observadora que no quiere perturbar ninguna respiración, ningún rincón.Los momentos mágicos son para aquellos que saben verlos, tú lo sabes hacer y nos transportas a él de la misma manera que lo viviste. Eres parte de él, pues sin tí no podríamos los demás gozarlo. Sí , tú eres parte del lugar , tú también eres heredera de esa magia...¿ Para quién crees que está dispuesta?, quizás es que los animales pensantes nos alejamos de aquello que es lo único que realmente heredamos y no sabemos cuidar y disfrutar...

Ya sabes que yo también me siento otra que sólo es sentida por mí...

Ojalá me enseñes esos cuarzos y esos cantos rodados, y los conejos, las ardillas, los pájaros, las guaridas y los rincones y yo pueda verlos con tus mismos ojos...( ya muy pronto y casi allí)

Preciosa mirada Fonsi....
bicos casi viajeros

La sonrisa de Hiperion dijo...

La mitad de las veces en este mundo nos sentimos descolocados cuando amamos, cuando sentimos, cuando nos perdemos en los sentimiento...
Yo pienso que hay que perderse cada día más en todo ello, aunque los demás no nos reconozcan....

Saludos

Argos dijo...

Fonsilleda,

"Arrepiante". Num momento estava a ler o texto, no outro era como se estivesse lá!

Obrigado pelo passeio ou pelo "hechizo"...

Abraço

ALBINO dijo...

Un paseo estupendo para llevar a tu can de palleiro.
PD. Te deje mi logotiupo y espero que dejes el tuyo en mi panel de seguidores.
Un beso, paisana