jueves, 31 de enero de 2008

PASQUINO SIGUE HABLANDO

Google, Roma virtual (estatua de Pasquino)

Cuando comienzas la lectura de una nueva novela, no supones ni esperas, al menos yo no lo hago, que te vaya a deparar alguna sorpresa que estimule tus recuerdos o te haga revivir visitas a ciudades a veces encantadas o encantadoras, a lugares que te dejaron huella... Sin embargo algunas veces sucede y, cuando es así, yo lo disfruto doblemente ya que, al margen del placer de la lectura, te encuentras contigo en momentos muy determinados, te trasladas, vuelves de alguna manera a pasear lo ya andado. Así me pasó leyendo recientemente "Pasiones romanas" de María del Pau Janer. Su novela, sin llegar a ser nada muy especial, sí que tuvo la virtud de trasladarme a Roma y eso hay que agradecerlo.
Existen en Roma 6 "estatuas parlantes", la mayoría de origen romano que son: Pasquino, Madama Lucrezia, Marforio, El Babuino, El Fachino y Abate Luigi. A partir del siglo XVI parece ser que fueron utilizadas para dejar colgadas en ellas frases contra los caprichos del poder, veleidades de la moda o abusos de los invasores, casi siempre de contenido satírico, la mayoría de las veces en verso y a menudo iban dirigidas a personajes públicos importantes, incluidos, o especialmente, papas.
Cuenta la leyenda que Pasquino, (que en realidad parece ser que es una estatua de Menelao que sostiene un maltrecho cuerpo de Patroclo), que fue un barbero o un maestro que daba sus clases en Plaza Navona, fue el primero que comenzó a colgar del cuello de la estatua sus escritos contra el gobierno de los papas, aunque también se apunta a que pudieran ser sus discípulos quienes iniciaran la costumbre para dejarle mensajes, debido al parecido físico entre Pasquino y la estatua.
Como quiera que hubiera comenzado, pienso que no tiene mayor importancia; la realidad es que, ya sea colgados de sus cuellos (como parece que lo hicieran al principio) o adheridos de cualquier manera a sus bases o cuerpos, los romanos han seguido utilizando a Pasquino y a las otras estatuas para sus comentarios, sus quejas y ahora, por extensión, sus anhelos, deseos, desengaños etc.
Nada me importan los orígenes de la leyenda, como no sea para satisfacer mi curiosidad y admirar la belleza e incluso practicidad que encierra (cosas comunes por otro lado a tantas leyendas), tal fueran efectivamente las quejas satíricas contra el poder de la iglesia, cualquier otro tipo de abuso o simplemente la necesidad de unas gentes que encontraron la manera de manifestarse, sin quedar especialmente expuestos, ya que, no eran ellos quienes decían, eran las estatuas que hablaban.
Preciosa y maravillosa tradición que pervive y que, como en la novela, es posible que ayude a gentes que se deshacen de cargas emotivas, dejando su experiencia adherida a cualquiera de ellas y que, además, el tiempo se encargará de barrer y borrar.
Y ¡ojalá muchas estatuas en muchos otros lugares también hablaran! y, sobre todo, hubiera gentes que escucharan.

Bibliog.: Wikipedia, Turismo 12 de 08.05.05 por T. Moix, Información turística por Mauro Canella, Roma Virtual, Google.

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