lunes, 21 de abril de 2008

EL REMOLINO

Con el título de "EJERCICIO", porque supongo que de eso se trataba en aquel momento, he encontrado escrito por mí en una página literaria el día 19 del pasado Febrero, el siguiente texto y, como a fin de cuentas, considero que éste es mi blog y espacio más personal, el que guarda sentimientos, gustos, recuerdos y vivencias que me atañen por encima de todo, he decidido traerlo también, aunque mi mirada hacia el mismo sea, como se dice al final, totalmente conmiserativa.


A veces, algunos días, en algunas ocasiones, cuando aprietan los malestares del cuerpo y los otros, los del corazón y el espíritu, esos que poco a poco te invaden para expandirse no sabes cómo ni porqué, los que poco a poco se te adueñan, te encogen y te duelen..., te pierdes. Pierdes tu razón de estar viva, tu huella. Pero no la buscas, eso es lo grave, pierdes la brújula que sabes que tenías, que era tu vida y era importante para tí, pero no te importa.
Te dejas arrastrar por esa inercia, por ese remolino que provocan los malestares, los del corazón y los otros.
Y envuelta en ese remolino, en ese tornado de fuerza “inmedible”, te ves arrastrada hasta oscuros rincones. Hasta ese lugar donde surgen todas las dudas, donde nada es real ni lo que parece ser.
Hasta ese lugar oscuro y tenebroso, de tu yo más recóndito, en el que guardas, atesoras y escondes hasta lo inconfesable, porque no te atreves a enfrentártele, porque no frecuentemente tienes la valentía suficiente para hacerlo.
Entonces allí, en ese lugar lúgubre y lóbrego, en el que tus miedos afloran con intensidad, en el que tus dudas se hacen graves, trascendentes, importantes e inevitables, en el que tus dolores, los del cuerpo y los otros, los del corazón y el espíritu, se agravan, allí, te paras, te miras con temor, medrosa, te palpas para comprobar que estas toda, que no es un sueño, una pesadilla y no te reconoces y te agredes levemente para ver si duele más, y no sabes quien eres...
Y tampoco sabes como salir. Pero es que tampoco lo deseas porque no quieres encontrarte. Es posible que quizá lo que quieras es enfangarte en tu dolor, pero no rehacerte, auparte, pelear con tus eternas dudas y con tus nuevos y viejos miedos. Lo que deseas es..., es que ni lo sabes ni te importa.
Allí, cada vez más encogida, con el corazón-órgano latiendo fuerte, con toda tú trabajando para el olvido, para el abatimiento, para el no ser, te dejas llevar...
Y casi no sufres ya, de tan abandonada y los ojos húmedos de lágrimas que no caen.
Y estás sola. Y es ahí, al tomar conciencia de tu soledad, de tu doloroso aislamiento, cuando sin saber cómo, comienzas a analizar todo. Y poco a poco, muy despacio, lentamente, te vas dando cuenta de lo que eres, de lo que significas, de que tus miedos, reales o inventados, los puedes arrostrar, combatir, aceptar.
Y tus dudas las comienzas a aceptar como tales, como propias de tí y te preparas para paliarlas, para combatirlas, para ganarle la batalla enfrentándolas, analizándolas o esquivándolas si viene al caso.
Comienzas a prepararte para seguir rehaciéndote, como otras veces, como cada vez. Y sigues estudiando y preparándote para aprender más. De nuevo.
Y sin excesiva alacridad te incorporas, te asomas a una ventana cualquiera y miras el mar sedante y te concentras en él y comienzas a recuperar tu yo de nuevo.
Y tus expectativas, despacio, borrosas, comienzan a asomar, tímidas pero con avances firmes a cada paso que dan.
Y sonríes con conmiseración hacia tí misma.
Fotografía: Image Credit Nasa and The Hubble Heritage Team
Galaxia de Remolino (M51)

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